Estados Unidos & España, vidas paralelas
La campaña de Kamala Harris y el equipo de Biden apostaron por denostar la personalidad de Trump como pócima mágica para vencerlo sin dar respuesta a las preocupaciones del electorado. POR ELLO HAN FRACASADO
La Bolsa de Nueva York estaba hecha un toro (definición para la tendencia alcista), el dólar cotizaba al alza en los mercados monetarios, la actividad económica crecía al 2% y la tasa de desempleo se situaba en el 4,1%, todo un récord a la baja.
La amenaza de una recesión -incluso moderada- parecía convertirse en un aterrizaje suave tras la recuperación de la economía hundida por la pandemia.
¿Y por qué, con este cuadro macroeconómico, Kamala Harris y Donald J. Trump llegaron aparentemente empatados en las encuestas elaboradas hasta el 5 de noviembre?
E incluso con las expectativas a favor de una victoria de Trump.
Sí la economía en términos estadísticos iba tan bien, ¿por qué llegaron, según los sondeos, tan ajustados el partido Demócrata y el partido Republicano?
En esos sondeos, la gente respondía que, si bien la estadística podía interpretarse positivamente, su realidad personal no era buena y que, incluso, podía calificarse de mala.
La inflación estaba bajando, sí, pero eso no quería decir que la capacidad adquisitiva de la población experimentase una recuperación.
La inflación aunque bajase ahora después de subir considerablemente, se identificaba con el periodo de Joe Biden, a partir de enero de 2021, cuando la obstrucción de los suministros mundiales causados por la pandemia se agravó con la elevación del precio de la energía, derivada de la invasión de Ucrania por el ejército de Rusia el 24 de febrero de 2022.
Mientras, durante gran parte de los cuatro años de Biden los salarios se mantuvieron por debajo de la aceleración de los precios, los cuales incluso ahora mismo se sitúan un 20% por encima del nivel anterior a la citada pandemia.
¿Y el empleo? Pues si bien la estadística refleja una tasa históricamente baja (4,1%), la calidad de los empleos a tiempo completo se ha degradado y los trabajadores han tenido que buscar un segundo empleo para sostener su nivel de vida.
Y, para más inri, la desaceleración en la tasa de creación de puestos de trabajo ya ha empezado, quizá por efecto de huelgas y de huracanes.
Mientras, la campaña de Kamala Harris en lugar de dar una respuesta a las inquietudes económicas de la población y formular una propuesta para los próximos cuatro años se limitó a atacar la personalidad de Trump y sus características fascistoides.
Problema: Trump ha desarrollado una campaña sin complejos, sin ocultar su racismo y su voluntad de vengarse contra sus adversarios, si volvía a ganar en 2024, por lo que ha seguido denunciando como el robo de la elección de noviembre de 2020, donde obtuvo 74 millones de votos.(7 millones menos que Biden).
Por tanto, Trump no ocultó su agenda. El acto realizado en el Madison Square Garden de Nueva York el 27 de octubre pasado tuvo todas las características de una congregación fascista.
Y, sin embargo, la entrada tardía en campaña de Harris -resistencia a abandonar de Biden mediante- y su campaña negativa, es decir, la denuncia del riesgo que suponía la candidatura supremacista de un delincuente para el futuro de Estados Unidos no ofreció a los electores una alternativa de carne y hueso frente a las extravagancias de Trump.
El no a Trump, no al peligro ultraderechista, no a la deriva loca del trumpismo, no a las mentiras, todos estos “noes” al mismo tiempo que Harris prometía continuar los cuatro años que ella y Biden habían protagonizado entre 2021 y 2024 (incluyendo el apoyo a la guerra genocida de Netanyahu en Gaza, Cisjordania y Libano) situaron al partido Demócrata como el partido del “establishment”, contento de haberse conocido.
Y permitieron elevar la figura de Trump una vez más-después de la misma experiencia de 2016 ante Hillary Clinton- por encima de los partidos, una ironía de la historia habida cuenta de que representaba al partido Republicano, y le facilitaron la labor de presentarse como el hombre “antiestablisment”.
Ironía porque junto a Trump han hecho campaña figuras clave de este establishment: Elon Musk (Tesla) Jeff Bezos (Amazon, Washington Post), Peter Thiel (ExTesla, PayPal y ahora Clarium Capital) Larry Ellison (Ex Tesla, Oracle). Musk, uno de los más importantes donantes de la campaña de Trump ocupará según prometió Trump un cargo en su próximo gobierno.
Hay en esta nueva elección un mensaje para Pedro Sánchez.
La fórmula de denunciar que viene la derecha del Partido Popular y los ultraderechistas de Vox no servirá para frenar esa deriva. Lo cierto es que ya se reveló incapaz de frenarla en julio de 2023 en términos de voto popular.
En cierto modo, hay un paralelismo entre la situación económica de España y Estados Unidos.
Porque España ha sido dentro de una Unión Europea económicamente recesiva algo así como una “economía norteamericana”, con tasas de crecimiento superiores al 2%, y un descenso sistemático de la tasa de desempleo.
Y con una desaceleración, finalmente, de la tasa de inflación.
Pero este éxito estadístico indudable no deja de contrastar con empleos de baja calidad y una economía de servicios (básicamente turismo), con precios que siguen sin ser alcanzados por los salarios reales y pensiones muy bajas.
Y con la vivienda convertida en activo de especulación financiera de alta rentabilidad, a expensas de las posibilidades de alquiler de los más jóvenes.
Si en lo que resta de legislatura -sin tener en cuenta un eventual accidente de recorrido bajo la manga del juez Juan Carlos Peinado que precipiteun aterrizaje forzoso en elecciones generales anticipadas- el gobierno no gobierna, esto es, no da una respuesta a los problemas realmente existentes, tal co.o son percibidos por los ciudadanos, el tsunami de enfado de Valencia ante la gestión de la catástrofe climática de la Dana, por un lado, y la repercusión y consecuencias de la victoria de Trump, por el otro, terminarán haciendo su trabajo de topo.
¡ES LA VIVIENDA, ESTÚPIDO!
Que viene el lobo, pues, ya no va a servir.