Benjamin Netanyahu, de Auschwitz a Gaza con una escala en La Haya
He aquí un artículo excepcional del gran periodista israelí Gideon Levy en el diario Haaretz de Israel que todos deben leer.
Benjamin Netanyahu no viajará a Polonia el próximo mes para la ceremonia principal que conmemora el 80º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, por temor a ser arrestado en cumplimiento de la orden internacional de detención emitida por la Corte Penal Internacional de La Haya el 21 de noviembre de 2024.
Hace ochenta años, cuando se liberó Auschwitz, habría sonado como la mayor locura imaginable. Ahora ya no. Hace ochenta años, a los judíos se les dio a elegir entre dos legados: Nunca más, los judíos se enfrentarán a un peligro similar, o Nunca más, nadie en el mundo se enfrentará a un peligro similar.
Israel eligió claramente la primera opción, con un añadido fatal: Después de Auschwitz, los judíos se pueden permitir hacer cualquier cosa.
Ha aplicado Israel esta doctrina en el último año como nunca antes lo había hecho. Un primer ministro que esquiva una ceremonia en Auschwitz es quizá la ilustración más grosera de ello. El hecho de que, de todos los lugares del mundo, Auschwitz sea el primero al que Netanyahu teme ir, clama simbolismo además de justicia histórica.
Otros jefes de gobierno y jefes de Estado asistirán a la ceremonia, pero no Netanyahu. Porque está buscado por el tribunal -que se formó precisamente por la consciencia de lo que pasó en Auschwitz- bajo sospecha de crímenes contra la humanidad, que con alarmante velocidad, se parece cada vez más a los crímenes de Auschwitz.
La distancia entre Auschwitz y Gaza, con una escala en La Haya es todavía enorme, pero ya no se puede argumentar que la comparación es absurda. Y cuando la limpieza étnica se lleva a cabo en el norte de Gaza, seguida de claros signos de genocidio en toda la Franja, ya ruge el recuerdo del Holocausto.
Después de leer el informe pesadilla de Yaniv Kubovich sobre lo que está pasando en el corredor de la muerte de Netzarim, uno se da cuenta de que la distancia se encoge cada día [informe en Haaretz de 18 de diciembre en el que se recogen testimonios de soldados israelíes según los cuales de 200 cadáveres solo 10 son miembros de Hamás]
Siempre ha sido un tabú comparar cualquier hecho con el Holocausto, y estaba bien que así fuese. No ha habido nunca algo así. Los peores crímenes de la ocupación palidecen en comparación con los crímenes de Auschwitz.
Más aún, esta comparación siempre deja a Israel blanco como la nieve y a sus acusadores como antisemitas: después de todo no hay campos de la muerte en Gaza, de modo que cualquier denuncia fácilmente rechazada. No hay campos de la muerte, por tanto las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) es el ejército más moral del mundo. Nunca habrá campos de la muerte en Gaza y, empero, las comparaciones claman desde los escombros y las fosas comunes.
Cuando los palestinos en Gaza saben que donde jaurías de perros merodean hay cadáveres humanos comidos por los perros, las memorias del Holocausto comienza a aflorar.
Cuando en Gaza ocupada hay una línea imaginaria de muerte, y cualquiera que la cruza está condenado a muerte, incluso niños hambrientos o discapacitados, la memoria del Holocausto comienza a susurrar.
Y cuando la limpieza étnica se lleva a cabo en el norte de Gaza, seguida de claros signos de genocidio en toda la Franja, ya ruge el recuerdo del Holocausto.
El 7 de octubre de 2023 se perfila cada vez más como un fatídico punto de inflexión para Israel, mucho más de lo que parece en la actualidad, sólo similar a su anterior calamidad, la guerra de 1967, que tampoco fue diagnosticada a tiempo. En la Guerra de los Seis Días, Israel perdió su humildad, y el 7 de octubre perdió su humanidad. En ambos casos, el daño es irreversible.
Mientras tanto, debemos considerar la ocasión histórica y asimilar su significado: en una ceremonia conmemorativa del 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, los líderes mundiales desfilan en silencio, los últimos supervivientes vivos desfilan junto a ellos, y el lugar del primer ministro del Estado que surgió de las cenizas del Holocausto está vacante.
Está vacante porque su Estado [el de Netanyahu] se ha convertido en un paria, y porque es buscado por el tribunal más respetado que juzga a criminales de guerra.
Conviene levantar la cabeza por un momento del escándalo Hanni Bleiweiss y del asunto Feldstein [demanda civil de la familia de Hanni Bleiweiss, exasistenta de Netanyahu por acoso y filtraciones de Eli Feldstein de informes clasificados, respectivamente]: Netanyahu no estará en Auschwitz porque se le busca por crímenes de guerra.