Los brotes de pre-guerra mundial, sin árbitro con autoridad coercitiva después de Irak
Ante el XX aniversario de la retirada de las tropas españolas de Irak, este 18 de abril de 2004
En la entrevista que concedió José Luis Rodríguez Zapatero a este diario, el pasado 4 de abril, se produjo el siguiente diálogo con el expresidente:
-EP: ¿Esta idea suya, de que después de Irak, el imperio americano ya no es definitivamente el mismo, es ilustrada con lo que está ocurriendo en Israel y Palestina ahora, lo que ha ocurrido con la invasión de Ucrania por Rusia y en el Pacífico con Estados Unidos y China en torno a Taiwán?
-JLRZ El momento de la guerra de Irak en el fondo es para mí, en mi interpretación geopolítica, esa intervención en Irak es el primer gran síntoma de la pérdida de influencia, de la pérdida de poder en el mundo atlántico, de Estados Unidos fundamentalmente y de Gran Bretaña yendo detrás. Siempre hay un momento de inflexión en la historia, algún acontecimiento dramático que supone la significación de un cambio profundo. Y eso es el atentado a las Torres Gemelas [el 11 de septiembre de 2001]. Y luego lo que en estos veintitrés años de lo que va de siglo hemos ido conociendo: una pérdida de liderazgo de Estados Unidos que arrastra a todo Occidente. Irak es el gran símbolo de un camino de la primera potencia mundial totalmente equivocado, contra la historia y los propios valores democráticos que en el orden político internacional deberían haber sido el estandarte, como ahora estamos viendo con Israel ahora. Veinte años después de la decisión que tomé de retirar las tropas de Irak, quizá porque también uno tiene veinte años más, me he planteado si ahora, con mi experiencia, adoptaría esa decisión. Fue una decisión muy valiente. Irak, para mí, es el momento en que se visualiza el error, el destino errado que sería imparable hasta hoy de cómo la primera potencia del mundo asume que ya no va a tener tanto poder...”
Rodríguez Zapatero, quien protagonizó el principio del fin de la llamada “coalición de los voluntarios” -the coalition of the willing- con la retirada de las tropas españolas que ordenó enviar el presidente José María Aznar a Irak, no está, por así decirlo, solo en esta tesis.
“La guerra de Irak y la ocupación es probablemente la última linea de resistencia de lo que solíamos considerar el Imperio estadounidense. Eso no quiere decir que el imperio terminó con la guerra de Irak, pero en realidad nunca volvió a ser el mismo después de eso. Fue el último suspiro de pura arrogancia”, sostienen Brendan James y Noah Kulwin los aclamados autores norteamericanos de la serie de diez podcasts, Blowback -Retroceso-sobre la guerra de Irak en 2020, realizada en medio de la pandemia.
El presidente Bush intentó convertir a Naciones Unidas, antes de dar la orden de invasión de Irak, en un instrumento directo de su plan belicista. O le daban, con una segunda resolución, luz verde para invadir, o la ONU - dijo- se volvía irrelevante.
Aznar y Ana Palacio le secundaron en el lobby para conseguir esa segunda resolución, buscando el apoyo de México -que era presidente temporal por una semana del Consejo de Seguridad- y Chile. Fracasaron y se montó el escenario el 16 de marzo en las islas Azores con Bush, Blair y Aznar, al frente del ultimátum a Irak para que se “desarmara” de armas de las que carecía, las armas de destrucción masiva, entre ellas las nucleares.
¿Cuál es el rasgo que sobresale en las guerras en curso estos días? Walden Bello, profesor adjunto de Sociología de la Universidad del Estado de Nueva York en Binghampton, señala: “Lo que hace estos conflictos volátiles es que tienen lugar en medio de la ausencia de una autoridad multilateral coercitiva con capacidad para imponer un acuerdo pacífico”
Bello recuerda que cuando el periódico The New York Times apoyaba a mediados de febrero de 2003 la guerra de Irak -y manipuló a la opinión pública mundial con noticas fake sobre las inexistentes armas de destrucción masiva- un comentarista advirtió en dicho diario sobre la fractura de la alianza de Estados Unidos con Europa -esa “Europa política” de 2004 que Rodríguez Zapatero echa de menos en nuestra entrevista- de que “todavía puede haber dos superpoderes en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial”.
Pero esa opinión pública, aunque muy movilizada entonces, no consiguió impedir la invasión. En España sí logró con el triunfo de Rodríguez Zapatero, retirar las tropas españolas.
Hoy, a pesar de que Netanyahu está cada vez más aislado en la opinión pública mundial -como nunca antes lo estuvo Israel desde su creación en 1948-la decadencia del imperio es tal que la Administración Biden está en la guerra codo a codo junto a Israel.
No se trata solamente de que EE. UU -como volverá a hacerlo esta misma semana en el Congreso con la aprobación de un nuevo paquete con el pretexto de la amenaza de Irán- envía armamento, bombas, aviones y ayuda financiera a Israel sino que está directamente en el terreno.
Según la publicación The Intercept, la mayoría de los misiles lanzados por Irán sobre Israel fueron interceptados el pasado sábado 13 por Estados Unidos. “Más de la mitad de los misiles y drones enviados por Irán fueron destruidos antes de que alcanzaran Israel. De hecho, al frente de una operación de defensa aérea multinacional con el despliegue de aviones de combate norteamericanos, esto ha sido una victoria militar de Estados Unidos. La otra mitad, falló en el lanzamiento o en el aire, por razones técnicas”
Esta guerra conjunta Israel-EE.UU -ello no borra las diferencias entre Biden y Netanyahu-es un subproducto, pues, de la ausencia de una fuerza multilateral coercitiva que imponga un alto el fuego y frente el “posible genocidio” palestino, en palabras del Tribunal Internacional de la ONU, que se apresta a consumar el gobierno de Israel con el asalto a Rafah, en el extremo sur de Gaza, en la frontera con Egipto, habida cuenta de su incapacidad para derrotar a las milicias de Hamás seis meses y once días después de comenzada una ofensiva que debía durar, según anunciaban los portavoces de las Fuerzas Armadas de Israel, apenas un par de meses.
Ahora el argumento es que sin invadir y atacar Rafah -una zona de 64 kilómetros cuadrados donde se concentran 1.100.000 refugiados palestinos procedentes del norte de Gaza, por orden israelí, que se suman a su población original de 240.000 palestinos- no se puede acabar con el ejército de Hamás.
Irak es el faro.
El caos que sembró la invasión norteamericana allí, con las muertes de centenares de miles de iraquíes, la torturas en Abu Ghraib, el enfrentamiento entre las diferentes fracciones religiosas, la miseria resultante del saqueo y la privatización de las empresas públicas, y las mentiras, ha sido una muestra de “la construcción nacional” aportada por Estados Unidos, cuyos ingredientes intenta ahora mezclar Benjamin Netanyahu en una especie de reencarnación de Bush.
En cuanto a Biden, hay que decirlo todo: lo que hace ahora con Israel en Palestina aplica el mismo patrón de conducta en la guerra de Irak cuando era presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado entre junio de 2001 y 2003.
“Esto no es precipitarse a la guerra, es precipitarse a la paz”, proclamó.